De color amarillo pajizo, fresco y con buena estructura más a menudo experimentada en los tintos, pero más fácil de beber.
Dos potentes variedades de Leyda dan origen a un vino expresivo, con aromas a cítricos, membrillo y damasco con leves toques florales.
En boca resalta su estructura y sedosidad, de concentración media, mantiene la delicadeza y frescura otorgada por su origen.